Aportes y Perspectivas

Compartimos un escrito de la Licenciada Liliana González. Abriendo caminos a la reflexión sobre los modos de construcción de los vínculos en la escuela.

 

 

Queda mucho por aprender

Vínculos. Hay que prestar atención a la socialización en la escuela.

LILIANA GONZÁLEZ*

Martes 30 de julio de 2019 – 00:01 | Actualizado: 30/07/2019 – 03:26

Julio finaliza. Se reiniciaron las clases mientras aún resuenan los festejos del Día del Amigo.

Las vacaciones renovaron las energías y muchos alumnos (especialmente secundarios) volvieron con la intención de “rescatar” la mayor cantidad de materias posibles.

Si se trata de un problema de voluntad y la ponen en acción, el panorama mejorará notablemente. Si en la primera etapa hubo dificultades notorias, es el momento para una consulta que dilucide causas y modos de tratarlas.

Si bien lo académico es un motivo fuerte de preocupación parental, no es el único. Cada vez tenemos más consultas por problemas de socialización que se traducen en el “está solo”, “no tiene amigos”, “nadie lo llama”.

Resulta auspicioso que esa situación provoque un interrogante en los padres y que vayan con esa pregunta a un especialista. La escuela es un escenario donde las dificultades para incluirse aparecen con claridad.

¿Cómo pensar que un niño o un adolescente que pasa buena parte del día en el colegio, rodeado de gente de su edad, no pueda construir amistad? ¿Qué pasa en el encuentro con el otro que no aparece la dimensión del amor?

Pensar que el problema son los otros es la salida más simple. Si nos aventuramos a un análisis más profundo, seguramente surgirán cuestiones ligadas con la autoestima, a timideces no resueltas, a dificultades en el dar y el recibir, a la falta de contacto social por el lugar donde viven o por el refugio (a veces adictivo) en las pantallas.

Esa especie de “encierro domiciliario” del que hemos hablado en otras oportunidades los priva de la experiencia primaria de socialización con vecinitos, inventando juegos, aprendiendo a perder, a ganar, a esperar su turno, a compartir.

Refugiados en los juegos on line, la mayoría de los cuales apelan a la violencia, llegan a la escuela deslimitados, sin bordes, sin tener consciencia del otro como semejante, pero fundamentalmente sin saber jugar y “con-vivir” con otros amorosamente.

En el recreo aparecen las torpezas motrices y vinculares. Y el sufrimiento de aquellos que, por mecanismos de defensa frágiles, sufren la situación y hacen síntomas o simplemente no quieren ir a la escuela.

La amistad siempre es una construcción que exige tiempo, generosidad, tolerancia, capacidad de disfrute. Hoy los tiempos son vertiginosos y acuciantes, y la intolerancia dice cada vez más “presente”. Niños y jóvenes son testigos de relaciones familiares o amistosas rotas por cuestiones políticas, por lo que los adultos no estamos dando el ejemplo de la amistad como valor.

La amistad es casi un milagro por saborear. No es intencional. Se resiste a lógicas y a especulaciones. Exige lealtad, presencia, atención, nutrición y verdad.

Nada que tenga que ver con la amistad puede surgir de la mentira.

Por eso, a los que inician una relación amistosa vía tecnología, con toda la posibilidad que brinda de modificar o de falsear identidades, en un punto se les hace imperioso el encuentro real en el que los ingredientes no presentes en el chat (piel, mirada, abrazo) terminarán o no de sellar el sentimiento iniciado virtualmente, dándole así dimensión humana al proceso que la máquina facilitó.

En tiempos de triunfo de la desconfianza, de esa especie de paranoia generalizada fruto de la inseguridad, donde el otro, el vecino, puede ser un enemigo potencial, el encuentro se hace cada vez más difícil.

Una paradoja más, entre tantas, de la posmodernidad. En plena explosión comunicacional, la soledad se instala y a veces suele tener por compañía la temida depresión, causa de consulta muy frecuente a nivel psicológico-psiquiátrico.

Bienvenidas, entonces, todas las formas de relacionarse de verdad con alguien.

Bienvenidas las políticas que pensando de verdad en la infancia creen espacios tutelados donde los chicos puedan jugar y devuelvan la seguridad indispensable para que las “juntadas” y los encuentros sean posibles.

Que en la vuelta a clases, con la consciencia de que queda mucho por aprender, nuestros niños y jóvenes cosechen aprendizajes y amigos.

Si los adultos responsables estamos atentos a ambas cosas, los estaremos preparando para una vida más plena y en la que la felicidad pueda decir, con frecuencia, “presente”.

*Psicopedagoga https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/queda-mucho-por-aprender?fbclid=IwAR0waHimr2L3eNeuB-uFONF50UjLFSa3nGgJlAPfN9KuaNh3LhAqhaSR6TA